14 de noviembre


Hola, me llamo Alicia, y espero que quienes estén leyendo esto y viviendo la situación del país en estos momentos se encuentren bien, al igual que sus familiares y amigos. Me resulta imposible no usar esta plataforma como un medio para soltar y escribir algo corto de lo que llevo dentro de mí desde el lunes 9 de noviembre. 

Recuerdo que hace unas semanas le contaba a una amiga sobre que nunca podría confiar en la policía, y no pensé que todo lo ocurrido hasta ahora hubiera podido ilustrar tan bien mi opinión. Me preguntó por qué y mi respuesta contenía todo lo que me ha tocado ver como peruana y mujer. Hay un historial tan grande de violencia por parte de estas fuerzas que mi confianza y la de muchos otros ha sido completamente destruida, o al menos reducida a casi nada. Entiendo que no debo generalizar, que tienen como fin protegernos, que posiblemente hay oficiales por el mundo que cumplen con su labor con honor y me parece excelente. Pero ver a mi gente ser empujada, golpeada, disparada y asesinada el día jueves y sábado me ha llenado de enojo, de una indignación que me da náuseas, y un malestar que recordaré con mucho dolor por los siguientes años de mi vida. 

Sin embargo, todo lo sucedido me llenó también de mucho miedo. Veía los videos que se comparten en redes sociales sobre toda la violencia desmedida ejercida y vinieron a mi mente las imágenes de Chile. Ser de Latinoamérica es realmente una lucha constante. Es una batalla diaria en la que los resultados que exigimos parecen lejanos o borrosos, porque ya sabemos cómo es la justicia y el abuso en este país. Salir a protestar bajo estos términos demuestra mucho que nos hemos cansado de esa angustia acumulada que llevamos viviendo y callando. Es ahora el momento en el que todos estos sentimientos deberíamos usarlos como motor para seguir de pie.

 

No puedo evitar sentir orgullo al ver a mi Perú despierto, me conmueve ver a tanta gente reunida y organizada por un solo propósito, y me llena de euforia los gritos de muchos jóvenes que pelean por un país más justo. Este primer paso que se logró el día domingo 15 es una evidencia de lo que es capaz de hacer nuestra generación, y estoy segura que podremos lograr más si continuamos así. Que las mentiras de corruptos no bajen nuestra voz nunca más. Que esta lucha no acabe hasta que se haga justicia por todos los heridos. Que la memoria de dos de los nuestros jamás se olvide. Que esta generación no desaparezca hasta que se logre el verdadero cambio. 

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